jueves, 24 de junio de 2010

Prólogo de ¡Oh, Capitán, mi capitán!

jueves, 24 de junio de 2010

Reproducimos para su difusión el prólogo del libro ¡Oh, Capitán, mi capitán! La biografía autorizada de Capi, escrito por el periodista Manuel Méndez Derri:

PARA ENSEÑÁRSELO A MI MADRE

En el verano de 2000 yo era un joven y voluntarioso periodista para el que no había objetivo lo bastante complicado ni personaje tan escondido que no pudiera localizarse. El objetivo de demostrar nuestra valía era, para un periodista joven, acicate suficiente para llevarnos tardes o días enteros buceando en Internet o colgados a un teléfono. Cuando el jefe de la sección de Deportes me encargó localizar a Capi dibujé en mi pensamiento un día de detectivescas llamadas en busca del personaje.
La realidad fue bastante más simple: llamé a los compañeros de Granada. Me dieron el número y aplacaron con un comentario mis deseos de épica laboral: "Lo coge siempre". Efectivamente. Esto fue sobre las seis de la tarde. A las seis y media ya estaba hablando con el personaje. Un chaval sencillo, sincero, ilusionadísimo con la idea de jugar en el Betis y que se despide con una frase que me sorprendió: "Oye, ¿y esto cuando sale? Es para enseñárselo a mi madre. A ella siempre le gusta coleccionar todas mis cosas". Qué tío más normal, pensé. A mí, que por aquel entonces aún coleccionaba con entusiasmo todas y cada una de las hojas de periódico que yo había firmado, me parecía lo más lógico del mundo que un chaval de mi edad, al que se le dedicaba una doble página que iban a leer miles de personas, se interesase por poder conservarla, al menos hasta que la repetición de reportajes como aquél acabaran por quitarle todo el valor sentimental.

Esa primera conversación me motivó a conocer a ese chaval, camero, que sería además, pensé, esa "garganta profunda" que todo periodista necesita para conocer los secretos de un vestuario. Mi gozo, empero, cayó en el pozo de la realidad. Capi, un chaval, luego hombre, estupendo, nunca me soltó ni una sola confidencia de la caseta verdiblanca. Eso sí, ni un solo periodista ni aficionado puede hacerle el más mínimo reproche a su comportamiento. Cada uno de los días en los que ha sido jugador de la primera plantilla ha realizado una auténtica peregrinación hasta poder sacar su coche de la ciudad deportiva y ponerlo rumbo a su lugar de descanso familiar. Cada cinco metros, un aficionado se le acercaba y Capi ha parado su coche, le ha firmado un autógrafo o se ha bajado para fotografiarse con él.

Ese cariño que le profesa la fiel infantería bética ha sido el que nos motivo a poner en negro sobre blanco este homenaje que hoy ve la luz con el deseo de que su éxito de ventas refrende esa estima que la grada bética le tiene, una grada que, citando al gran Walt Whitman, bien podría exclamar:

¡Oh!, Capitán, mi capitán, nuestro espantoso viaje ha terminado,
la nave ha salvado todos los escollos,
hemos ganado el premio que anhelábamos,
el puerto está cerca, oigo las campanas, el pueblo entero regocijado.

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